Seguidores

viernes, 6 de agosto de 2010

TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

6 de Agosto: Fiesta de la Transfiguración del Señor
(y aniversario de la muerte del Siervo de Dios, Papa Pablo VI, año 1978).



Antes de su Pasión, el Señor les mostró a sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan, la glorificación que recibiría, venciendo a la muerte (Mt 17, 1-9).


Cristo manifiesta un anticipo de su triunfo y victoria, al transfigurarse y mostrarse resplandeciente, luego de que anunciara que tenía que ir a Jerusalén, a morir. Dice el texto del Evangelio de Mateo: “su rostro resplandeció como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz”.


Además, Moisés y Elías aparecen como representantes del Antiguo Testamento (la Ley y los Profetas), y dando testimonio de la divinidad de Jesús. Y la Voz de Dios Padre, lo confirma, diciendo: “Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”.


Luego de esta hermosa experiencia de plenitud, seguramente los discípulos salieron con el compromiso de involucrarse, aún más, en el proyecto salvífico de Jesús. Y a nosotros también, nos compromete, amados hermanos, y nos exige redescubrir a Dios en lo cotidiano y saberlo hacer presente en muchas vidas, que sienten el vacío, por no poder percibir a Jesús...


Cristo, brillando como Luz y como el sol, sobre una montaña, se revela como lo hacía Dios Padre, en el A. Testamento. Y este exhibirse de Jesús seguramente fue para que sus discípulos no desesperen en la noche de la agonía, ni se debilitase su fe, en el monte de los olivos, y para que creyesen, más firmemente, luego de que “resucite de entre los muertos”.


Por tanto, el Señor nos invita a la gloria celestial, pero acompañándolo, antes, en la gloria de la Cruz; sólo así podremos resucitar con Él.


Jesús desea nuestra plenitud y, al manifestarse con el resplandor y el brillo de Dios, nos infunde valentía y confianza para seguirlo, para predicarlo y para imitarlo, frente al desafío de la pobreza, y del intento por un mundo más gozoso, más humano, más cristiano... Y nos dice, por medio de S. Pablo: “los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros” (Rm 8, 18). Y el Papa Benedicto XVI, nos enseña: “Es sabiduría y virtud no apegar el corazón a los bienes de este mundo, porque todo pasa, todo puede terminar bruscamente. Para los cristianos la riqueza no se debe considerar un bien absoluto, (porque) el verdadero tesoro(...) se halla en las `cosas de arriba´... También nosotros, al final de nuestra existencia terrena, podremos ser partícipes de la gloria de Cristo, que será completa, total y definitiva. Entonces todo el universo quedará transfigurado y se cumplirá, finalmente, el designio de la salvación” (Meditación 5/08/2007).


Por tanto, esta esperanza de eternidad, nos debe impulsar al compromiso histórico, en fidelidad a la Palabra de Dios, para ayudar a sacudir la mediocridad y, juntos, poder “ascender”, superarnos... Por esto, es tan importante la oración, previa a nuestras tareas: es necesaria la experiencia “del monte Tabor”, para poder ser fieles en la experiencia “de monte de los Olivos”. Hoy también nosotros, como Pedro, aquel día de la Transfiguración, sentimos la tentación de fabricar “tres carpas” y quedarnos cómodos, flojos e inactivos. Pero el Señor nos pide descender de nuestro “Tabor” (de la oración, de la contemplación) hacia la práctica del amor, y del sacrificio (como Él, en Getsemaní) siendo “criaturas nuevas”.


Subamos, ascendamos, dejémonos transfigurar y serenar por el Señor, que en su vida terrena no buscó la gloria, que le pertenecía, sino que asumió la forma de esclavo por amor, de servidor... Por eso, hoy podemos decirle, con total confianza, estos bellísimos versos del gran Lope de Vega:

“...Amé la tierra vil, ¡qué necio amante!
¡Oh luz del alma, habiendo de buscaros,
Qué tiempo que perdí como ignorante!


Más, yo os prometo ahora de pagaros
Con mil siglos de amor cualquier instante
Que, por amarme a mí, dejé de amaros.


¿Quién no se muere de amor, si mira
Con la piedad que escuchas y respondes?
¿Cómo es posible que las puertas rondes
De un alma que te trata con mentira?...


¡Oh quién te amara (Jesús), dulce vida mía,
Como mereces Tú que yo te amara!
Pero infinito amor, ¿dónde se hallara,
Que a tu infinito ser correspondía?...


¿por qué olvido yo, si tu amor muere
De amor por mí, si Tú me das la vida?
¿qué tiempo es bien que, para amarte, espere?




Mas ¿quién habrá que la distancia mida,
Pues nadie, como Tú, tanto me quiere,
Y nadie, como yo, tanto te olvida?...”


Pbro. José Luis Carvajal

2 comentarios:

  1. Una vez más, gracias por sus palabras, Padre!

    ResponderEliminar
  2. ..HOla Jose lUIS..HE LEIDO LA ENTRADA A sAN CAYETANO...,PERO COMO NO HABIA LEIDO ESTA PREFERI,,CONTINUAR,,Y SUERTE ..HERMOSAS PALABRAS Y DE TU POEMA NI HABLAR ,DEL CUAL ME QUEDO CON EL ULTIMO VERSO..."MAS,QUIEN HABRA QUE LA DISTANCIA MIDA?,PUES NADIE COMO TU,TANTO ME QUIERE...." HERMOSO JOSE...UN BESO GRANDE Y BUEN FINDE....

    ResponderEliminar

Te agradezco tu comentario respetuoso...